Fue el azote del Imperio durante cientos de años y la última vez que fue visto fue durante la Campaña de Medusa V, en la que se ha dado por muerto por parte de las autoridades imperiales.
La prioridad del imperio era acabar con él a toda costa dado su maestría con el manejo de la disformidad.
Es conocido por la destrucción de dos sistemas, Corralis y Galafonte, donde la mayor parte de la población se alió con el caos contra el imperio. Dirigió sectas destructivas en estos sistemas, haciendo que miles de personas se suicidaran ritualmente. Al parecer, sirvieron como experimento para el hechicero, para prepararse para Medusa V.
Durante la 13ª Cruzada Negra, al menos siete asesinos imperiales fueron enviados con la misión de destruirle, pero ninguno triunfó.
En las pocas imágenes que se tiene de él, aparece con una máscara de oro con cuatro ojos y, cubriendo su servoarmadura, una capa de plumas rojas y runas que cambiaban constantemente.
Abbadon le asignó permanentemente un navío, el "espada de condenación" un gran crucero clase repulsive, conocido así desde el incidente de Karkass.
El espada de condenación posee una gran potencia de fuego, mucho mayor del que se espera de una nave de su tipo.
El Almirante Helsten afirmó que el crucero estaba poseído por alguna clase de ente demoniaca, aunque es difícil de probar. Conocida la costumbre de Abbadon de integrar máquinas y demonios, tampoco se puede negar. Se consiguió una única imagen de esta nave en la batalla del cinturón de Horen.
Ygethmor apareció también en las anotaciones del inquisidor Baptiste.
Se cree que murió en Medusa V a manos de la autarca eldar Elarique Swiftblade de Alaitoc antes de que el hechicero consiguiera cumplir su gran sueño; alcanzar la inmortalidad como príncipe demonio. Elarique acabó con cientos de sus lacayos antes de llegar donde él y decapitarle con su ancestral espada, muriendo ella más tarde a manos de los hombres de Ygethmor. Las acciones de la autarca salvaron incontables vidas.
Los comandantes de las Compañías Negras enviadas por Abbadon, tenían órdenes específicas para el hechicero:
Tenían que prestarle toda su ayuda; pero si fallaba, no se llevarían al hechicero de regreso.
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